miércoles, 30 de mayo de 2012

¡QUIERO UN CORAZóN!


Quiero un corazón puro y verdadero.
Dulce como miel, fuerte como hierro.
Apacible, sencillo y temeroso de Dios.
Justo, fiel y sincero, intrépido, audaz y certero.

Que sienta el dolor ajeno como el propio.
Que sea desprendido, leal y risueño.
Dadivoso, agradecido y humilde; cálido y reconfortante.
Sabio y con capacidad de aprender.

Un corazón que sepa perdonar, abrirse y dar.
Que tenga la voluntad de no rendirse aún en la más negra encrucijada.
Que entienda que los momentos de lucha y de tristeza no son para siempre.

Necesito un corazón con la capacidad de rejuveneceré y regenerarse.
Que no tema al mañana y que sepa vivir el presente.
Un corazón que nunca se sienta satisfecho de hacer el bien y que nunca se canse de luchar contra la injusticia.

¡Mi corazón quiere ser positivo, darle espalda a lo negativo!


LAS ALAS DEL ESPIRITU SANTO




Dame, Espíritu Santo, tus alas de SABIDURIA.
Para apreciar, no tanto las letras con las que se es poderoso
en la tierra, cuanto el deseo de ver a Dios en las pequeñas
cosas de cada jornada. No es sabio quien sabe sino aquel,
que es consciente de que sabe poco.

Dame, Espíritu Santo, tus alas de INTELIGENCIA.
Para que pueda descubrir tantos secretos escondidos que,
aparentemente, son inapreciables a mi vista.
Que te vea en lo invisible.

Dame, Espíritu Santo, tus alas de CONSEJO.
Para que pueda conducir lo que digo y hago, lo que me dicen
y lo que me hacen, hacia la voluntad de Dios.
Que no me equivoque ni equivoque.

Dame, Espíritu Santo, tus alas de FORTALEZA.
Para que, en las dificultades en el vuelo de mi existencia cristiana,
me sienta protegido y arropado por la mano poderosa de Dios.

Dame, Espíritu Santo, tus alas de CIENCIA.
Para no anteponer la fe a la cultura, para iluminar
los acontecimientos del mundo con la transparencia de la fe.
Que no me acobarde cuando no me entiendan ni comprendan
mis planteamientos cristianos.

Dame, Espíritu Santo, tus alas de PIEDAD.
Para que nunca me olvide del Señor que habita en el cielo y,
por otro lado, para que no viva de espaldas a los sufrimientos
de los que viven en la tierra.

Dame, Espíritu Santo, tus alas de TEMOR DE DIOS.
Para que pueda huir de mi vanidad y egocentrismo y, en cambio,
sepa valorar la presencia de un Dios que –al final de mis días-
me espera. Que, sabiendo que Dios me aguarda, camine
en la tierra con la sensación de que no puedo permitir aquello
que me distancia de El.

P. Javier Leoz.


martes, 29 de mayo de 2012

MADRE DEL REDENTOR, VIRGEN FECUNDA



Madre del Redentor, Virgen fecunda
puerta del cielo, siempre abierta
estrella del mar,
ven a librar al pueblo que tropieza
y quiere levantarse.

Ante la admiracion de cielo y tierra,
engendraste a tu Santo Creador,
y permaneces siempre Virgen.

Recibe el saludo del angel Gabriel
y ten piedad de nosotros.

Amen.


domingo, 27 de mayo de 2012

DONES Y FRUTOS DEL ESPIRITU SANTO




Los siete dones del Espíritu Santo son:

Don de Ciencia, es el don del Espíritu Santo que nos permite acceder al conocimiento. Es la luz invocada por el cristiano para sostener la fe del bautismo. 

Don de Consejo, saber decidir con acierto, aconsejar a los otros fácilmente y en el momento necesario conforme a la voluntad de Dios. 

Don de Fortaleza, es el don que el Espíritu Santo concede al fiel, ayuda en la perseverancia, es una fuerza sobrenatural. 

Don de Inteligencia, es el del Espíritu Santo que nos lleva al camino de la contemplación, camino para acercarse a Dios. 

Don de Piedad, el corazón del cristiano no debe ser ni frío ni indiferente. El calor en la fe y el cumplimiento del bien es el don de la piedad, que el Espíritu Santo derrama en las almas. 

Don de Sabiduría, es concedido por el Espíritu Santo que nos permite apreciar lo que vemos, lo que presentimos de la obra divina. 

Don de Temor, es el don que nos salva del orgullo, sabiendo que lo debemos todo a la misericordia divina. 

Pertenecen en plenitud a Cristo, Hijo de David. Completan y llevan a su perfección las virtudes de quienes los reciben. Hacen a los fieles dóciles para obedecer con prontitud a las inspiraciones divinas.


Los frutos el Espíritu Santo son perfecciones que forma en nosotros el Espíritu Santo como primicias de la gloria eterna.  La tradicion de la Iglesia enumera doce:


Caridad. 
Gozo. 
Paz. 
Paciencia. 
Longanimidad. 
Bondad. 
Benignidad. 
Mansedumbre. 
Fe. 
Modestia. 
Continencia. 
Castidad. 


Faltas contra el Espíritu Santo:

Desesperar de la misericordia de Dios. 
Presunción de salvarse sin ningún mérito. 
La impugnación de la verdad conocida. 
La envidia de los bienes espirituales del prójimo. 
La obstinación en el pecado. 
La impenitencia final.


jueves, 24 de mayo de 2012

DAME LA MANO



Oh desaliento del desconocer, 
hambrear, consumirse,
centro del hombre.


Tú, mi compañero,
triste de acontecer,
tú, que como yo mismo ansías lo que ignoras
y tienes lo que acaso no sabes,
dame la mano en la desolación,
dame la mano en la incredulidad y en el viento,
dame la mano en el arruinado sollozo,
en el lóbrego cántico.

Dame la mano para creer, puesto que tú no sabes,
dame la mano para existir, puesto que sombra eres y ceniza,
dame la mano hacia arriba, hacia el vertical puerto,
hacia la cresta súbita.

Ayúdame a subir, puesto que no es posible la llegada,
el arribo, el encuentro.
Ayúdame a subir puesto que caes, puesto que acaso
todo es posible en la imposibilidad,
puesto que tal vez falta muy poco para alcanzar la sed,
muy poco para coronar el abismo,
el talud hacia el trueno,
la pared vertical de la duda,
el terraplén del miedo.

Oh dame la mano porque falta muy poco
para saltar al regocijo,
muy poco para el absoluto reír y el descanso,
muy poco para la amistad sempiterna.

Dame la mano
tú que como yo mismo ansías lo que ignoras
y tienes lo que acaso no sabes,
dame la mano hacia la inmensa flor que gira en la felicidad,
dame la mano hacia la felicidad olorosa que embriaga,
dame la mano y no me dejes caer
como tú mismo,
como yo mismo,
en el hueco atroz de las sombras.


Carlos Bousoño.


¡Calma hermano. Todo tiene su tiempo!



Recuerdo una mañana en que yo había descubierto una crisálida en la corteza de un árbol en el momento en que la mariposa rompía la envoltura y se preparaba a salir.

Esperé un largo rato; pero tardaba demasiado, y yo tenía prisa. Nervioso, me incliné y me puse a calentarla con mi aliento. Yo la calentaba, impaciente, y el milagro empezó a realizarse ante mí, a un ritmo más rápido que el natural.

La envoltura se abrió, la mariposa salió arrastrándose, y no olvidaré jamás el horror que experimenté entonces: sus alas no estaban todavía desplegadas y con su pequeño cuerpo tembloroso, se esforzaba en desplegarlas. Inclinado sobre ella, la ayudaba con mi aliento…

En vano.

Era necesaria una paciente maduración y el despliegue de las alas debía hacerse lentamente al sol; ahora era demasiado tarde, mi aliento había obligado a la mariposa a mostrarse, completamente arrugada, antes de hora. Se agitó desesperada, y, algunos segundos más tarde, murió en la palma de mi mano.

Yo creo que este pequeño cadáver es el mayor peso que tengo sobre mi conciencia. Pues, hoy lo comprendo bien; forzar las grandes leyes es un pecado mortal. No debemos apresurarnos, no debemos impacientarnos. Seguir con confianza el ritmo eterno.

Alexis Zorba

“No debemos apresurarnos, no debemos impacientarnos”. La prisa, la ansiedad, la tensión nos incapacitan para vivir el presente en paz y poder gozar de cada acontecimiento; el paisaje y las personas pasan desapercibidos, la mente siempre está ocupada en lo que no está haciendo, sino en lo que va a hacer y como consecuencia surgen sentimientos de insatisfacción, ansiedad, enojo, temor y culpa.

Vivimos en la era de la tensión, de la enfermedad del corazón, de los nervios y de la presión arterial. “Los hombres no mueren de enfermedad, sino de combustión interna” (W.Muldoom) y así se va quemando la alegría, la inocencia y la actividad creadora.

El Royal Bank of Canada en una de sus cartas comerciales puso este título: “Calmémonos” Y seguía diciendo: “somos víctimas de una creciente tensión; nos es difícil relajarnos. Inmersos en la vorágine diaria no vivimos plenamente. Debemos recordar lo que Carlyle llamó “la supremacía de la calma del espíritu sobre las circunstancias”.

Necesitamos mucha calma, mucha paciencia para respetar el proceso normal de crecimiento de las cosas, animales y personas. El tiempo no se detiene, pero tampoco se debe apresurar. Los minutos van uno detrás del otro y así sucesivamente los días, los meses y los años. Hay que darle tiempo al tiempo, porque todo se debe hacer a su debido tiempo.

“Todo tiene su momento y todo cuanto se hace debajo del sol tiene su tiempo. Hay tiempo para plantar y tiempo de arrancar lo plantado; tiempo de matar y tiempo de curar; tiempo de destruir y tiempo de edificar; tiempo de llorar y tiempo de reir; tiempo de lamentarse y tiempo de danzar; tiempo de esparcir las piedras y tiempo de amontonarlas; tiempo de abrazarse y tiempo de separarse; tiempo de buscar y tiempo de perder; tiempo de guardar y tiempo de tirar; tiempo de rasgar y tiempo de coser; tiempo de callar y tiempo de hablar; tiempote amar y tiempo de aborrecer, tiempo de guerra y tiempo de paz” (Ec. 3.18)


Autor: Padre Eusebio Gómez Navarro OCD.


BELLEZA EN EL CORAZON



Una mujer preguntó a un filósofo: 
"¿Puede una mujer hacer feliz a un hombre?". "Puede intentarlo", dijo el filósofo, "pero para ello debe tener una serie de cualidades". 



"Dígame si las cualidades que yo creo son las que se necesitan y deme una puntuación a cada una de ellas". 

"Veamos" 
"Belleza física" "0"
"Simpatía" "0"
"Hermosura" "0"
"Belleza de corazón" "1"


"Pero doctor, la puntuación es 0001, 
tan baja que con ello y a pesar de 
esas buenas cualidades, una mujer 
no va a conseguir hacer feliz 
a un hombre", dijo la mujer.

"Efectivamente, pero si damos la vuelta 
a las cualidades y empezamos por la Belleza 
en el Corazón, obtendremos 1 
y si además es guapa, simpática y hermosa, obtendremos una puntuación de 1000; pero fíjese que la belleza, la simpatía y la hermosura no tienen ningún valor si van delante de la Belleza en el Corazón". 


A AMAR SE APRENDE AMANDO


         
        Jean Pierre Camus, obispo de Belley, cuenta una conversación que tuvo con san Francisco de Sales: “En una ocasión pedí al obispo de Ginebra que me dijera qué debía hacer para alcanzar la perfección. ‘Debes amar a Dios con todo tu corazón, respondió, y a tu prójimo como a ti mismo’. No le pregunté dónde está la perfección, sino cómo llegar a ella. ‘La caridad, respondió, es tanto el medio como el fin. La única manera por la que podemos alcanzar la perfección es, después de todo, la misma caridad… Así como el alma es la vida del cuerpo, la caridad es la vida del alma’.

‘Ya sé todo eso, repliqué. Pero lo que quiero saber es cómo uno ha de amar a Dios con todo su corazón, y a su prójimo como a sí mismo’. Y él nuevamente respondió: ‘Debemos amar a Dios con todo nuestro corazón y a nuestro prójimo como a nosotros mismos’. ‘No he avanzado nada, repliqué.  Decidme cómo debo adquirir tal amor’.            La respuesta del obispo fue muy sencilla: ‘Igual que a hablar se aprende hablando y a correr corriendo, se aprende a amar amando’”.
            
            No cabe duda de que el amor es un aprendizaje que requiere la gracia de Dios, pero también decisión y esfuerzo por parte de quien quiere amar.

            El amor es salud del alma, afirmaba san Juan de la Cruz. Quien ama tiene vida y comunica vida. El amor renace y tiene un gran poder de curación. El odio y el resentimiento sólo pueden destruir.

Jesús insistió en el mandamiento principal: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Éste es el más grande y primer mandamiento. El segundo, semejante a éste, es: Amarás al prójimo como a ti mismo”  (Mt 22,37-39).

Juan cita las palabras de Jesús durante la última cena con los discípulos a quienes amaba: “Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros como yo os he amado” (Jn 13,34).  Y una vez más: “Éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado” (Jn 15,12). Él, “habiendo amado a los suyos… los amó hasta el extremo” (Jn 13,1). “Nadie tiene amor mayor que el que da la vida por sus amigos”       (Jn 15,13).

           Pablo insistirá en la importancia del amor. “Si no tengo caridad, no soy nada”         (1 Co 13,2). Lo primero es el amor. Aunque entregue mi cuerpo a las llamas, aunque sepa todas las lenguas del mundo, aunque me desprenda de todo... si no tengo amor, que es Dios, todo es malgastar energías, que diría san Agustín.

Los santos han sido, esencialmente, personas que han amado. Descubrieron en el amor su vocación principal y optaron por el amor.

Autor: Padre Eusebio Gómez Navarro OCD.


miércoles, 23 de mayo de 2012

ESPIRITU SANTO, ALMA DE MI ALMA



Espiritu Santo, eres el alma de mi alma, te adoro humildemente.
Iluminame, fortificame, guiame, consuelame.
Y en cuanto corresponde al plan, 
Eterno Padre Dios, revelame tus deseos.
Dame a conocer lo que el Amor eterno desea de mi.
Dame a conocer lo que debo realizar.
Dame a conocer lo que debo sufrir.
Dame a conocer lo que con silenciosa modestia 
y en oracion, debo aceptar, cargar y soportar.
Si, Espiritu Santo, 
dame a conocer tu voluntad y la voluntad del Padre.
Pues toda mi vida no quiero ser otra cosa 
que un continuado perpetuo si 
a los deseos y querer del Eterno Padre Dios.

Amen.